Llega la segunda entrega de “10 cosas que aprendes cuando te apuñalan por la espalda”

Uno de los aspectos que más interés ha despertado ha sido el “Síndrome de Elvis”: No importan los hechos, no importa la realidad, lo que importa es que … Elvis sigue vivo.

¿Quién no se ha encontrado en su vida con personas que piensan que el hombre nunca ha llegado a la luna y las pirámides las construyeron extraterrestres?

Una de mis recomendaciones, si te enfrentas a un proceso de traición y lucha de poder en tu organización, es el de dedicar tu esfuerzo a hacer llegar la información y los hechos a aquellas personas que tienen criterio. Te encontrarás con gente a la que la verdad no le interesa. Y a éstas no les harás cambiar de opinión; sufren “El Síndrome de Elvis”.

En situaciones normales, estas personas pueden resultar curiosas,  entrañables o graciosas. Pero si se dan determinadas circunstancia pueden desencadenar consecuencias graves en las empresas, las organizaciones y las personas.

De mi experiencia he determinado 3 tipologías del síndrome que a mi entender son perjudiciales. Es bueno identificarlas rápidamente para, por un lado, dedicar las escasas energías que tendrás a otros colectivos, y, por otro, tratar de minimizar daños . Todos comparten la característica común de ignorar todo aquello que vaya en contra de su idea, pero varían en su grado de afectación.

Los de nivel más bajo son los mitocondriacos: profesan el culto al mito y sus atributos. Las personas que tienen esta característica sindrómica no aceptarán nada que contradiga la mitología, entiéndase ésta como nación, líder, partido político, equipo de fútbol, marca…  Todos estos conceptos y entidades son dignos de sentir afiliación, simpatía e incluso orgullo, pero los mitocondriacos se mueven en otro  nivel. Para llegar hasta aquí ha existido un importante trabajo previo para la generación del mito. Puede ser publicidad, distorsión histórica interesada, medias verdades, ocultación, mentiras descaradas… pero en todos los casos se mantiene la máxima de “mantenella y no emendalla” acompañada de algún mantra que se repite y repite, independientemente de la situación o tema del que se esté hablando. Se recorre el camino inverso de la civilización, volviendo del logos al mito.  Normalmente este grupo no tiene su foco en las organizaciones y empresas sino en la sociedad, los clientes o los votantes, pero va erosionando la iniciativa de analizar y confrontar opiniones, por lo que allana el camino para otras fases más virulentas del síndrome.

El segundo grupo son los denominados “la turba”: basan su opinión y su comportamiento en la generalización y los lugares comunes que de manera algo caótica y desordenada les impulsa hacia un objetivo. “Todos los políticos roban”, “si sale en los periódicos algo habrá hecho”, “los empresarios son unos explotadores”, “los rojos no saben gestionar”, “mujer tenía que ser”… Este colectivo sí afecta en la empresa, sobre todo porque la crítica fácil está muy extendida en nuestra sociedad y el contagio es simple en un lugar como el trabajo en el que dedicas muchas horas al día. Todos podemos caer en algún momento en los prejuicios si no mantenemos la mente despierta. “Pensar es difícil. Por eso la mayoría de la gente prefiere juzgar”  decía Jung. Un grupo de personas así, azuzadas convenientemente,  pueden convertirse en un vector de peso en la dinámica de una organización. Para formarse una opinión hay que leer varias fuentes, valorar diferentes puntos de vista, tratar de empatizar con distintas posturas y hacer un ejercicio de análisis que requiere tiempo y esfuerzo. La turba prefiere el blanco y negro a los tonos grises, necesitan que haya héroes y villanos y que los malos sean los indios y los buenos lo vaqueros, como debe ser. Cuando hay una crisis en una organización mucha gente puede tender a unirse a la turba por dejadez, miedo o inercia. Y ten cuidado si estás en su camino…

En esos momentos es importante no perder el foco y atendiendo los consejos a Critón que Platón pone en boca de Sócrates, buscar los hombres sabios, los que tienen criterio… “Pero, mi querido Critón, ¿debemos hacer tanto aprecio de la opinión del pueblo? ¿No basta que las personas más racionales, las únicas que debemos tener en cuenta, sepan de qué manera han pasado las cosas?”.

Si tenéis media hora os recomiendo leer ese breve texto …Este tema da para otra entrada.

El tercer grupo y más peligroso en una organización son los verdugos. Son un subgrupo pequeño y radicalizado de la turba. Como verdugos ejecutan la ley que ha sido marcada por un líder o un sanedrín, y la hacen caer sobre un culpable, que representa todos los males que les atosigan. No utilizarán los mecanismos legalmente establecidos porque están corrompidos, obedecen al poder, los han manipulado, son muy lentos o tienen alguna otra característica que les hace inservibles cuando no actúan en favor de la ejecución rápida y sumaria del culpable. Como casi todos los radicales dedicarán mucha energía física y mental a conseguir su objetivo y créeme, no se van a cansar. Utilizarán todos los mecanismo que se les ocurran y, aunque no suelen ser especialmente inteligentes si son intuitivos y  seguirán las indicaciones de las personas que los lideran, que normalmente pertenecen a ese 2% que citaba en el artículo inicial: los manipulópatas, una combinación de manipulador psicópata, se mantendrá agazapado mientras los verdugos cargan contra los nidos de ametralladoras.

Los verdugos no son mala gente, están convencidos de que hacen lo correcto, les costará reconocer su error aun cuando todo haya pasado, por eso son muy peligrosos.

Alejados de estos tres grupos estamos nosotros, querido lector, gente razonable, sosegada, con capacidad de análisis y que tratamos de establecer nuestro criterio de una manera objetiva, o al menos lo intentamos. Es difícil ser coherente y analítico sin caer en la tibieza, algo que también es un grave defecto desde tiempos bíblicos “A los tibios lo escupiré de mi boca”. Y sí, quizás alguna vez… hayamos sido nosotros mismos  víctimas del síndrome de Elvis en grado leve. Si nos hemos dado cuenta habremos crecido como personas. (La fase aguda creo que no tiene cura de momento 🙂 )

En tu organización y entorno habrás detectado que hay también gente sana y con criterio. Si te ha tocado ser el culpable, el indio o situarte frente al mito o la turba o te persiguen los verdugos,  dedica tiempo a esta gente. No trates de convencer a quien no tiene criterio. Y como ya comentamos en su día, respeta que entenderte no quiera decir apoyarte.