
Escribo estas líneas en el ínterin que está suponiendo en España la novedosa situación de un presidente de gobierno que comparte con la ciudadanía la suspensión de su agenda pública unos días para tomar una importante decisión que le va a afectar personalmente y también al conjunto del estado.
La también inédita carta que lanza, traslada una tensión insostenible entre su vida personal y de pareja y el esfuerzo que representa mantener ese equilibrio y aguantar la presión, no solo de una institución con importante capacidad de decidir en nuestro estado, sino de la manera en que la oposición y medios críticos con su gestión están haciendo un trabajo que les encomienda la sociedad, de fiscalización del poder y lucha por tratar de convencernos de ser una alternativa, utilizando informaciones falsas, medias verdades y verdades a medias que en todo caso afectan un consenso no escrito de separar de la esfera política lo íntimo, familiar o sentimental.
Me solidarizo con la persona que sufre este dilema interno y que pide su espacio, sin dejar de criticar la manera de abórdalo a nivel institucional, aun cuando me falta, como a la mayoría, información de la intrahistoria que ayudaría mejor a situar porque camino se llega a la decisión en el equilibrio entre lo correcto, lo posible, lo deseable y lo que realmente acontece.
Si que estoy convencido que este acto ha mandado un mensaje. El mensaje ha generado la movilización de simpatizantes en un mal resuelto culto al líder y que finalmente no deja de incluir más presión para una toma de decisión que según la carta obedece a otras dinámicas. Creo que esta movilización, sincera y emocionante sin duda, responde más al estupor y la falta de alternativas a saber realmente qué hacer en estos casos.
También ha calado en algunos medios y sectores que creen que en sociedades democráticas no todo está permitido en la defensa de convicciones o intereses y la lucha con el que opina diferente, aunque ostente el poder. Estos medios en muchos casos ya eran sensibles a esta dinámica y las aisladas esferas de información en las que nos movemos limitan un impacto real y profundo. En otros sectores, en otras esferas comunicativas donde no se maneja la información sino la sensación, ha generado indiferencia cuando no desprecio o más ardor guerrero en su lucha por salvar a sus semejantes de tiranos y dictaduras que se desenvuelven en mundos paralelos y que pocas veces ofrecen soluciones reales a problemas reales. En mi optimismo nato espero que la velocidad de la luz sea diferente en estos espacios, que las leyes de la física sean más lentas o en todo caso que sea fruto de que todo ahí es más denso y espeso y que la onda llegue quizás con el tiempo.
A mi personalmente me ha llevado a trasladar una petición, insignificante en la vorágine, pero necesaria en lo personal. Un llamamiento a que tengamos una política más humana. Creo que es uno de los déficits que están lastrando nuestras sociedades y nuestras democracias. Humanizar la política tiene dos modos de avanzar, sencillos, aunque necesiten grandes dosis de esfuerzo, tenacidad y convicción. Por un lado ver al adversario como alguien con el que se convive y con el que irremediablemente tendré que llegar a acuerdos para solventar problemas que afectan a toda la sociedad. Es un imperativo que está siendo pisoteado, especialmente por la derecha y la ultraderecha. Lleva asociado, en su núcleo de abordar la convivencia, el respeto por la persona que se tiene en frente, aunque se sea tremendamente exigente y duro en la crítica política. El segundo pilar de una política más humana se basa en la lucha honesta por el poder político para centrase en los problemas que afectan a las personas, que hablan del presente en la educación, la vivienda , la sanidad o el trabajo y en el futuro de cómo lo disfrutaremos en nuestra vejez o lo harán nuestros nietos y nietas con dignidad y en condiciones de paz y seguridad sin machacar por el camino ni al planeta ni a otros seres humanos.
Esta deshumanización está afectando a todas las facetas de nuestra actividad. En la economía, en la relación con la administración, en los medios de comunicación o en la geopolítica de este siglo 21 las personas somos números, sujetos de un procedimiento, clientes, fuentes de datos y beneficios, carne de cañón, animales sin derechos, obstáculos en unos objetivos, peleles objeto de burla.
Recuperemos entre todos la dignidad de nuestras relaciones sociales y políticas con los seres humanos que tenemos enfrente antes de que nos encontremos en una pendiente demasiado resbaladiza para poder retroceder. Y como mucha otra gente aun tengo esperanza en que, no sin es fuerzo, lo lograremos.
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